Hola a todos, bienvenidos a esta nueva publicación. En donde les compartiré sobre “dar todo por la obra de Dios y un don de servicio”. Si eso fue lo que aprendí de mamá.
Tuve la oportunidad de convivir con ella por casi 30 años, contando el tiempo en que estuve en su vientre. Y en todo ese tiempo estuve rodeado de gente, tanto de mi familia como de la iglesia. Por obvias razones en mis primeros años de vida no me acuerdo de nada jejeje, pero las fotos y las conversaciones en familia y personas cercanas confirman que mi núcleo familiar estaba rodeado familia e iglesia. Cuando me refiero a Iglesia no me refiero a ir todos los días a un templo y estar sentados por un par de horas, sino que me refiero a una relación íntima con Dios y don de servicio a los demás.
Mi mamá, desde su juventud se involucró en el servicio para la obra de Dios, desde que era una adolescente una amiga de mi abuelita la invitó y la llevó a una iglesia Cristiana Evangélica, llamada Iglesia Nazareno. Mi mamá reconoció que necesitaba de Dios y entregó su vida a Dios. Desde que ella buscó a Dios, siempre contaba que había encontrado a su primer Amor, aquel que murió en una cruz para darle una vida nueva y la esperanza de un día tener una vida eterna.
Ella siempre nos contaba sus historias, de sus inicios sobre el servicio de Dios… A los 15 años ella ya era presidenta de jóvenes, luchaba por mejoras para su congregación, veía por las vidas de los muchachos en su congregación. Y ¿qué era de mí a los 15 años?, ni llegaba a ser vocal en una junta directiva jejeje. Entonces viendo su historia, se ve que era una mujer diferente, una mujer cuyo llamado era servir a la obra de Dios. Esto me recuerda a la historia de una persona, que a pesar de que tenía apenas 12 años, se involucró en el templo y dijo: En los negocios de mi Padre me es necesario estar. Y esa persona fue el niño Jesús.
Siguiendo con la historia de mi mamá, pasaron los años y pues conoció la Iglesia de Cristo, a la cual aún pertenecemos, somos miembros y estamos al servicio de la misma. En otra ocasión contaré esa historia que es muy bonita y transformadora.
En la congregación, ella siempre trabajó en impulsar los proyectos de mejora para el bienestar de los hermanos y que la iglesia creciera.
Su vida fue de completo servicio a la obra de Dios y a los demás. Y ¿por qué lo digo? porque siempre tenía un corazón de servicio, ella hacía lo que la iglesia y las personas necesitaban. No era solo de pararse detrás de un púlpito y hablar a través de un micrófono, más bien ella disfrutaba y le encantaba andar en low profile (perfil bajo), pasar desapercibida en donde nadie la veía, tomar una escoba y limpiar, servir en la cocina, ver detalles muy mínimos para que toda actividad saliera muy bien, agradar a todos los que servía; si un hermano de la iglesia, familiar o alguna persona que ella conociera estaba pasando por un problema, dificultad o una situación difícil, ella se acercaba, estaba allí, sin importar el día o la hora. Dando palabras de ánimo, ayudando en lo que se pudiera, sin esperar nada a cambio.
Esto me recuerda a muchas historias que podría contarles, pero hay una de una de ellas que me marcó mucho. En una ocasión “una hermana de la iglesia” estaba pasando por una necesidad económica bastante grande y mi mamá le extendió su oído para escuchar la situación terrible por la que estaba pasando y no solo le tendió la mano, sino que también le extendió su bolsillo para que tomará el dinero que ella necesitaba. Esta persona “hermana”, al tiempo pagó el dinero que le había prestado. Pero la historia no termina ahí, por situaciones que no conozco, la familia de esta persona y ella se fueron de la iglesia. Y saben, mi mamá pasó a ser una persona desconocida para ellos. Yo sorprendido, diciendo: ¿queeeeeeeé?, ¿cómo es posible, que la gente se le olvide de los favores que han hecho por ellos?
En conversaciones que teníamos con mi mamá, siempre le reprochaba y le decía: Gordita, ¿cómo le prestaste dinero a esa gente?, sí mira cómo te pagaron... y ella me respondía algo así: Ay hijito, no le pongas cuidado a eso, lo que hace, se hace de corazón, sin esperar nada a cambio. Sabias palabras las de mi mamá.
Casi nunca mi mamá me enseñó cómo hacer las cosas, nunca me dijo: “mira esto lo tienes que hacer así y así” o “esto no lo hagas así”. Todo lo aprendí viendo su ejemplo y esto me recuerda a un libro que leí sobre la Ideología de género (que es un tema que me encantará hablarles en algún momento), pero a lo que voy es que en este libro decía que los hijos aprenden de los padres por imitación (lo que los padres hacen) o por complemento (lo que los padres no hacen) y esto serán mandatos que condicionarán los diferentes aspectos de la vida: cómo vivir, cómo crecer, cómo pensar, cómo ser uno mismo, etc. Y eso me pasó a mí, mi aprendizaje no fue por obligación, simplemente fue porque vi todo el esfuerzo que hacía ella, la pasión con lo que lo hacía, por qué lo hacía, vi palpablemente los resultados que obtenía para su vida y eso me impulsó a hacerlo lo mismo que ella. Seguro me falta mucho para llegar a su nivel, porque como se dice en el fútbol o en cualquier otra disciplina deportiva, ella era una crack (excepcional en lo suyo), yo apenas soy un novato en la materia.
Y a ti que me estás leyendo, primero gracias por hacerlo y segundo te extiendo la invitación a que tengamos un buen corazón, lleno de generosidad, de servicio, de empatía, de ser posible acompañar a los demás en sus diferentes situaciones o procesos, sin esperar nada a cambio y que llevemos nuestros dones (regalados por Dios) al servicio de los demás y ¿por qué no? también que los lleves a la obra de Dios. Hacer esto, causará en ti una satisfacción interna tan agradable que te hará vivir pleno y lleno de vida.
La palabra de Dios en el libro de Filipenses dice: 3 No hagan nada por rivalidad ni orgullo. Sean humildes y cada uno considere a los demás como más importantes que sí mismo. 4 Que cada uno no busque su propio bien, sino el de los demás. Filipenses 2:3-4 PDT
Y si asistes o te congregas en un lugar donde alaben y busquen de Dios, esta palabra también es para ti. En el libro de Hebreos dice: Dios es justo, y nunca olvidará lo que ustedes han hecho, y siguen haciendo, para ayudar a su pueblo elegido. De esa manera, ustedes también demuestran que aman a Dios. Hebreos 6:10 TLA
Me recuerdo de sus bondades yo también las recibía , me recuerdo cuando nos iban a dejar hasta la casa 🏠, cuando pasabamos por el mercado y ella siempre ofreciò a mis hermanos y a mi un plato de comida, sin esperar nada a cambio y con un gran corazón! 🫶❤️🥺, también me recuerdo que daba unos pedazos enormes cuando empezaba a cortar el pastel jajaja. Que lindos recuerdos.!
Excelente mensaje. Yo conocí a esa bella dama. Gran corazón y servicio. Siempre la recuerdo muy dentro de mi corazón. Me enseñó y me ayudó muchísimo. Gracias Dios por esas personas especiales que has puesto en nuestro camino
Que dicha tan grande ser hijo de una mujer ejemplar y admirable.
El caminar con el Señor es eso servir por y con amor.
Gracias por escribir y escribir tan bonito.